
Francisco Javier Nieves Aguilar
Al toparme anteayer con una joven secretaria, en Ahuacatlán, me contó que había acudido no hace mucho a un encuentro religioso y que ahí pudo darse cuenta del concepto equivocado que tenía respecto a un orador. “Pensé que era una persona altanera y orgullosa. Pero me equivoqué. ¡Reconozco que me equivoqué!”, admitió con sinceridad.
Después de escucharla simplemente me limité a comentar: “Nunca juzgues a las personas antes de conocerlas”; y mientras ella continuaba con la charla, yo rememoré la anécdota de aquel niño que había entrado a un establecimiento para comprar un helado.

La mesera puso un vaso de agua frente a él.
-¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?- preguntó el niño.
-Diez pesos -respondió la camarera-.
El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.
-¿Cuánto cuesta un helado solo?-, volvió a preguntar.
Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente.
-Ocho pesos- dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
-Quiero el helado sólo-, dijo el niño.
La camarera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se marchó.
Cuando la camarera volvió, empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio:
Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había dos pesos, ¡su propina!

0 Comments Join the Conversation →